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La pintura de Lagarcha oscila entre lo sólido y lo estilizado, y escoge los momentos de más luz para representar el paisaje en donde siempre introduce el elemento humano como un factor más, confirmando su clara inclinación impresionista. Y es que el autor, tal como definiera Emy Armañanzas en 1976, "Disuelve todas las cosas estables en una metamorfosis y presta a la realidad el carácter de lo imperfecto y lo no acabado. Renuncia al dibujo en favor del atractivo sensual basado en la disolución de los colores como juego de reflexiones de luz y de sombras iluminadas".