En el centro de la composición, una joven toca el laúd sentada sobre un ciervo, el animal que durante la Edad Media fue un símbolo de este sentido dada la extendida creencia que atribuía a esta especie un gran desarrollo del mismo. La dama se representa ataviada con vestiduras clásicas, y rodeada de instrumentos musicales entre los que se cuenta un órgano portátil o portativo que reposa sobre una estructura pétrea, violines, laúdes e instrumentos de viento. Dos escenas más se introducen en la principal, ambas relacionadas con la importancia del oído como vehículo para la predicacción de la fe y la transmisión de los designios divinos. En un cuadro que apoya sobre el órgano podemos ver a San Juan, difusor de la doctrina cristiana, predicando ante una multitud. La segunda escena, por su parte, parece fundirse con la central, y se trata de la expulsión de Adán y Eva del Paraíso. El cuadro destaca por su programa iconográfico, así como por el detallismo y el empleo de colores venecianos en la construcción de las vestituras y drapeados. De mayor influencia flamenca que los modelos conocidos de Juan de Arellano, su autor pudo basarse en grabados flamencos de Adriaen Collaert que habrían servido de inspiración para esta y otras obras, como la aparecida en el mercado de París atribuida a Francisco Barrera.